Gabriela Collado

Terapeuta Holística. Maestra Espiritual. Coach en Relaciones. Terapia PNL. Transgeneracional. Biodescodificación. Risoterapia. Reiki Master. Terapia Metamórfica. Registros Akashicos. Tarot Evolutivo. Canalizaciones. Terapias y Talleres Vivenciales (Presenciales y On Line). Conferencista. Seminarios Motivacionales.

lunes, 21 de septiembre de 2015

La trampa de Ulises o cómo reconocer al amor verdadero



Odisea: El certámen del arco

El regreso a Ítaca
Tras veinte años fuera de Ítaca, Ulises regresa, pero decide ser prudente y no mostrarse tal y como es hasta asegurarse de quiénes le van a recibir bien y quiénes no. Atenea le disfraza de mendigo. Y así llega a su hogar. Allí los pretendientes de Penélope, su mujer, campan a sus anchas y nadie se siente capaz de detenerlos. Una vez ha visto lo que hay, se prepara para resolverlo.
Se refugia en la cabaña del porquerizo del palacio, que le sigue siendo fiel. Allí es donde se encuentra con Telémaco. Ambos se sientan y conversan. Llegado el momento, Ulises le dice quién es. Telémaco mira al mendigo con escepticismo. Atenea le devuelve su figura habitual, pero Telémaco sigue desconfiando. Ulises se levanta enfadado y comienza a regañarle como solo los padres saben hacerlo.
"¿Cómo te atreves a contradecir a tu padre? ¿Cómo que no me reconoces? Te digo que yo soy Ulises".
Entonces es cuando Telémaco le cree y entre los dos urden un plan contra los pretendientes.
           
El fin de los pretendientes
Ulises, disfrazado de mendigo, y Telémaco regresan al palacio. Ulises observa, ayudado por Telémaco, quienes le siguen fieles y quiénes no. Penélope los ve y se acerca. Pregunta al mendigo por Ulises, como hace a todos los viajeros. Ulises le miente. Le cuenta que vio a Ulises al principio de la guerra. Inmediatamente, Penélope le toma simpatía y manda a una sirvienta que le lave los pies. La sirvienta es Euriclea, la antigua nodriza de Ulises. Ulises sabe que le reconocerá cuando vea en su pantorrilla una cicatriz que tiene desde pequeño, como efectivamente ocurre. Euriclea calla por orden de Ulises y se marcha de allí, incapaz de ocultar lo que siente.
Los pretendientes siguen acosando a Penélope. Harta les propone lo siguiente: el que sea capaz de tensar el arco de Ulises, ese será su marido.
Todos fanfarronean. Pero tensar el arco de Ulises no es tan fácil. Todos los pretendientes lo intentan sin conseguirlo. Penélope sonríe. Mientras, Telémaco y Ulises han ido cerrando las puertas de la sala.
Telémaco también lo intenta y por poco lo consigue. Los pretendientes se burlan.
"Yo también voy a intentarlo" dice el mendigo que es Ulises. Los pretendientes le arrojan cosas. Es Penélope quien le defiende.
"Si este hombre lo consigue, le colmaré de riquezas y regalos" dice. Luego se retira a descansar.
Ulises va tensando el arco y Telémaco termina de cerrar las puertas. Con una facilidad asombrosa, Ulises consigue tensar el arco, pone una flecha y apunta a un pretendiente. Atenea le devuelve su aspecto. Caen uno tras de otro.
           
Ulises, rey de Ítaca
Penélope descansa en su habitación. Pero le despiertan los gritos de las sirvientas. Euriclea entra en la habitación como una tromba.
"¿Qué haces aquí dormida? Levántate, mujer. Ulises ha vuelto".
Penélope baja para encontrar a su hijo charlando animadamente con un desconocido que se parece mucho a Ulises. Pero ella es prudente. Todos le reprochan su corazón de piedra sin saber que ese corazón es el que le ha permitido sobrevivir a las injurias de los pretendientes.
Decide probar al desconocido, tenderle una trampa. Se vuelve y le dice a un criado que bajen la cama de Ulises hasta allí porque no piensa dormir con él.
Ulises pone los brazos en jarras y la mira con fuego en los ojos.
"¿Te has vuelto loca Penélope? Mi cama no se puede mover. Uno de sus pilares es un olivo que yo mismo sembré".
Ulises ha probado su identidad. No necesita nada más.
Ulises va a ver a su padre Laertes. Al principio el viejo no le reconoce y una vez más Ulises tiene que probar quien es. Luego los dos regresan a Palacio.
Tumbados en la cama, Penélope y Ulises se cuentan sus aventuras. Atenea hace que esa noche sea más larga de lo habitual.
Lo que hicieron cuando terminaron de hablar no lo recoge la mitología.

***

Esta es la última parte de la Odisea y me valdré de ella, en este caso, para referirme a la búsqueda del compañero.
Penélope es considerada un símbolo de la fidelidad conyugal y Ulises el esposo que debe demostrar que el reino es suyo.
La pareja perfecta para nosotros es aquella que se adecúa a lo que siempre deseamos, pero no siempre permanecemos fieles a este ideal. Ya sea por el temor a quedarnos solos, por las opiniones ajenas, por querer cumplir con los roles que nuestra educación o nuestra sociedad nos han impuesto sobre cómo debería ser o deberíamos ser dentro de una relación o por creer que nunca encontraremos en otro ser aquello que tanto hemos anhelado, acabamos abandonando la espera y nos conformamos con una relación que es un pálido reflejo de aquello que deseábamos para nosotros y que en el fondo de nuestro corazón seguimos sabiendo que existe, que es posible.
Esta es la primera lección de Penélope. Penélope encontró a su compañero en Ulises y se casó con él. Cuando Ulises partió hacia la guerra de Troya, Penélope lo esperó. Cuando, diez años después, la guerra de Troya acabó y se enteró del regreso de todos los reyes vecinos que habían participado en la misma junto a su esposo, pero Ulises no regresaba, aun así continuó esperándolo.
No fue por falta de pretendientes por lo que Penélope decidió esperar el regreso de Ulises, sino porque no era darle un consuelo a su corazón lo que ella quería. Ella sólo deseaba el regreso de su esposo, el amor que sabía existía y era perfecto para ella.
Pero la sociedad a veces apremia, las circunstancias también y ella, que estaba decidida a permanecer fiel, no a Ulises, sino a su propio corazón, a sus propios deseos, urdió un plan para distraer a los pretendientes. Hizo la promesa de que cuando acabara de tejer el sudario para su suegro, elegiría uno de los pretendientes. Y así cada noche destejía cuanto había tejido durante el día. Cada día tejía las ilusiones de encontrar, en alguno de ellos, el rostro del esposo anhelado y cada noche, al hallarse sola con su corazón, destejía sus falsas ilusiones para escuchar únicamente a su propia verdad, la verdad que su corazón seguía susurrándole “Ulises llegará”.
Durante todos los años de espera Penélope le preguntaba a cada viajero que llegaba a su reino si sabía algo de Ulises. Así, con cada “viajero” que se acerca a nuestro corazón, nos preguntamos qué traerá de Ulises. ¿Será él? ¿Está cerca?
Así transcurren los años y un día llega al reino un mendigo, alguien que en nada se parece a ese Ulises que anhelamos y volvemos a preguntarle, no a él, sino a nuestro corazón ¿qué sabes de Ulises?
Penélope siente que no le queda mucho tiempo, que no puede esconderse mucho más en su sueño, que deberá elegir un pretendiente entre todos los que habitan su reino. La consigna es la siguiente: aquel que logre tensar el arco de Ulises, se casará con ella.
La fuerza del arco representa la intención y, sólo aquel cuya intención sea la precisa, la que se adecúa a la representación de nuestro “Ulises” interior, será el elegido.
Por supuesto que todos los pretendientes se quedan a mitad de camino y sólo uno consigue tensar el arco. Mientras todos los pretendientes fanfarronean, uno sólo se mantiene sereno tensando el arco sin detenerse.
Aun así Penélope desconfía, han sido muchos años de ilusiones vanas, demasiados años esperando la llegada de Ulises para sólo encontrarse con impostores deseosos de hacerse con su reino sin las intenciones adecuadas. No es fría, sólo es prudente y fiel a sí misma.
Entonces decide tenderle una trampa al supuesto Ulises y probarlo. Si realmente es él, conocerá el secreto escondido en su lecho, ese que nadie más sabe. Y el lecho aquí representa, sin duda, sus anhelos más íntimos. Así que si ese ser, que dice ser Ulises, sabe cómo llegar a su intimidad, sabe cómo acceder al rostro todos ocultamos y también Penélope, si sabe reconocer su otra naturaleza, entonces ya no habrá dudas ¡Ulises habrá llegado!
Ella dice que no dormirá con él y que la cama de Ulises será trasladada para cobijar al recién llegado. La particularidad del lecho es que ha sido construido sobre un pilar de olivo. El olivo es el fruto de la pasión y sólo el verdadero Ulises sabe que ese es uno de los pilares fundamentales del lecho de la pareja. Sólo Ulises y Penélope saben dónde se halla la pasión en el lecho que ambos compartirán. 
Cuando el verdadero Ulises se descubre ante Penélope, el tiempo se detiene, porque eso sólo lo consigue un Amor auténtico.

Como Ulises, el amor a veces llega disfrazado de una cosa diferente a la que esperamos. Observa, ponlo a prueba, no lo des por sentado de entrada. Ten la constancia y la paciencia infinita de Penélope. Nunca dejes de perseguir aquello que anhelas y que tu corazón sabe que existe. Nunca pierdas la fe en eso que crees. Te cortarán los brazos, las piernas, la cabeza, hasta que vuelva a crecer una nueva cabeza para materializar aquello en lo que nunca has dejado de creer, sea lo que sea.
Desteje tus ilusiones cada noche, coloca tus manos sobre tu corazón y dile “lo estamos haciendo muy bien”.



sábado, 12 de septiembre de 2015

El Amor es la respuesta




Voy a contarles una cosa. Ayer apareció esta foto en mi teléfono. No se quien me la envió, a lo mejor fue una manito desde arriba, pero me alegró mucho encontrarme con ella. 
Hemos venido a experimentar como sería que hubiera un afuera y, en ese juego nos hemos perdido. Pero no fue un error en absoluto porque, ese perdernos, nos esta permitiendo reencontrarnos. 
El camino del Amor está cargado de sencillez, una simpleza honda que emociona. Porque en la partícula más elemental de la vida es en donde nos encontramos vos y yo, sin circunloquios ni posturas ni grandilocuencias. 
Cuando uno quiere decir y expresar verdaderamente amor se queda mudo, se mira a los ojos y no salen las palabras, porque no caben, pierden todo sentido. 
En la sencillez de la mirada, de la mano rozando otra mano, del crujido silencioso de la vida que crece, en una minúscula lágrima. Allí está lo grande. Y esta allí porque es precisamente el lugar en donde permitimos que se produzca el encuentro. Porque lo demás, lo artificial, los adornos sabihondos y santurrones son al final los que crean los abismos.
Gracias a esa mano y gracias a vos que me das vida a través de tu mirada. ¡Sí, vos que estás leyendo!


domingo, 6 de septiembre de 2015

La fuerza de la intención



No hay unidad más que en ti, tu te separas o te unes a ti.
Mantente en tu centro y sigue siendo tu, como un faro en la oscuridad.
Nada hay que esperar, ningún lugar al que llegar, tan sólo ir, con uno, en uno. Lo demás son espejismos.
Los deseos marcan la intención pero, una vez marcada, deben soltarse porque la intención no es el resultado si no el camino. La intención es la fuerza del arco.
La autoreferencia es sencillamente el punto de apoyo sobre el cual nos afirmamos para disparar la flecha. ¿Dónde estoy ahora? ¿Hacia dónde me dirijo?
Volar es soltar el resultado pero, sin intención, no hay vuelo.
Está bien que uno quiera saber a dónde va pero la magia reside en que uno nunca sabe a dónde llegará porque, en mitad del vuelo, dejamos de ser los mismos. Es el vuelo el que nos transforma.
Así, cada punto de llegada se convierte en un nuevo punto de partida.