Gabriela Collado

Terapeuta Holística. Maestra Espiritual. Coach en Relaciones. Terapia PNL. Transgeneracional. Biodescodificación. Risoterapia. Reiki Master. Terapia Metamórfica. Registros Akashicos. Tarot Evolutivo. Canalizaciones. Terapias y Talleres Vivenciales (Presenciales y On Line). Conferencista. Seminarios Motivacionales.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Cielo o infierno



Nadie va a castigarte por tus pensamientos, sólo tú.
Lo único que puedes hacer es perdonarte, el perdón es soltar el pensamiento que te daña, cambiar el lugar en el que tú mismo te has puesto y volver a elegir desde dónde quieres observarte.
He ahí tu infierno o tu cielo.
Eres Hijo del Cielo, eres Hijo de la Luz.
¡Brilla! No existe otro modo de disipar las tinieblas.
El brillo es Amor.


sábado, 24 de octubre de 2015

Usar el nombre de Dios en vano



Durante mucho tiempo hemos creído que "usar el nombre de Dios en vano" era hablar mal de Dios, blasfemar.
Usar el nombre de Dios en vano es, en realidad, fabricar distorsión a través de la palabra. Si Dios es el Verbo (el Logos), al no cuidar lo que nombramos, estamos utilizando su nombre en vano. Somos creadores a través de lo que decimos, materializamos a través de la palabra, es por eso que debemos cuidar lo que sale por nuestra boca, todo cuanto nombramos, porque la palabra es la firma de nuestros pensamientos y, como bien decía el maestro Jesús "no es lo que entra por tu boca, sino lo que de ella sale, lo que habrá de hacerte daño."
Por otra parte, blasfemar a Dios es blasfemar contra uno mismo, verbo hecho carne de la misma Fuente.

domingo, 18 de octubre de 2015

Yo soy Eso. Yo Soy Él. Yo Soy el que Soy



Tenemos que entender que todos nuestros defectos, todo aquello que rechazamos de nosotros, trae consigo una ventaja. Todos intentamos ser buenos y, para ello, rechazamos aquello que consideramos malo. Nadie quiere oír que otro diga "soy un falso, soy malo y mentiroso". Huimos de términos de ese tipo y los escondemos para acabar fingiendo que no existen. Buscamos ser perfectamente buenos, mientras nos escapamos de ser perfectamente humanos.
Todos tenemos dentro nuestro todas las infinitas posibilidades de ser todo. Todos traemos con nosotros un lado retorcido, mentiroso y poco amable. No seríamos capaces de creer que eso existe ni de verlo reflejado en otros si nosotros no lo lleváramos dentro. A veces, podemos sentirlo tan claro que nos atormenta y es por eso que olvidamos que también somos la otra cara, olvidamos que somos el amor mismo, que somos divinos además de humanos.
Cuando aprendemos a aceptarnos completos, cuando dejamos de gastar nuestra energía en esconder aquello no tan bonito y empezamos a sentir compasión hacia esa parte de nosotros, entonces estamos en condiciones de poder sentir compasión por el resto de la humanidad. Entonces empezamos a comprender que no existen diferencias entre un cabrón retorcido y yo, porque reconocemos que esa grieta que tanto rechazamos es, en realidad, una herida y todos tenemos heridas, heridas que dejan a la luz esas grietas.
Si somos capaces de perdonar nuestras grietas, seremos capaces de sanar nuestras heridas y, si somos capaces de sanar nuestras heridas, seremos capaces de amar a aquel que me muestra lo que soy.
Yo soy Eso. Yo Soy Él. Yo Soy el que Soy.




lunes, 21 de septiembre de 2015

La trampa de Ulises o cómo reconocer al amor verdadero



Odisea: El certámen del arco

El regreso a Ítaca
Tras veinte años fuera de Ítaca, Ulises regresa, pero decide ser prudente y no mostrarse tal y como es hasta asegurarse de quiénes le van a recibir bien y quiénes no. Atenea le disfraza de mendigo. Y así llega a su hogar. Allí los pretendientes de Penélope, su mujer, campan a sus anchas y nadie se siente capaz de detenerlos. Una vez ha visto lo que hay, se prepara para resolverlo.
Se refugia en la cabaña del porquerizo del palacio, que le sigue siendo fiel. Allí es donde se encuentra con Telémaco. Ambos se sientan y conversan. Llegado el momento, Ulises le dice quién es. Telémaco mira al mendigo con escepticismo. Atenea le devuelve su figura habitual, pero Telémaco sigue desconfiando. Ulises se levanta enfadado y comienza a regañarle como solo los padres saben hacerlo.
"¿Cómo te atreves a contradecir a tu padre? ¿Cómo que no me reconoces? Te digo que yo soy Ulises".
Entonces es cuando Telémaco le cree y entre los dos urden un plan contra los pretendientes.
           
El fin de los pretendientes
Ulises, disfrazado de mendigo, y Telémaco regresan al palacio. Ulises observa, ayudado por Telémaco, quienes le siguen fieles y quiénes no. Penélope los ve y se acerca. Pregunta al mendigo por Ulises, como hace a todos los viajeros. Ulises le miente. Le cuenta que vio a Ulises al principio de la guerra. Inmediatamente, Penélope le toma simpatía y manda a una sirvienta que le lave los pies. La sirvienta es Euriclea, la antigua nodriza de Ulises. Ulises sabe que le reconocerá cuando vea en su pantorrilla una cicatriz que tiene desde pequeño, como efectivamente ocurre. Euriclea calla por orden de Ulises y se marcha de allí, incapaz de ocultar lo que siente.
Los pretendientes siguen acosando a Penélope. Harta les propone lo siguiente: el que sea capaz de tensar el arco de Ulises, ese será su marido.
Todos fanfarronean. Pero tensar el arco de Ulises no es tan fácil. Todos los pretendientes lo intentan sin conseguirlo. Penélope sonríe. Mientras, Telémaco y Ulises han ido cerrando las puertas de la sala.
Telémaco también lo intenta y por poco lo consigue. Los pretendientes se burlan.
"Yo también voy a intentarlo" dice el mendigo que es Ulises. Los pretendientes le arrojan cosas. Es Penélope quien le defiende.
"Si este hombre lo consigue, le colmaré de riquezas y regalos" dice. Luego se retira a descansar.
Ulises va tensando el arco y Telémaco termina de cerrar las puertas. Con una facilidad asombrosa, Ulises consigue tensar el arco, pone una flecha y apunta a un pretendiente. Atenea le devuelve su aspecto. Caen uno tras de otro.
           
Ulises, rey de Ítaca
Penélope descansa en su habitación. Pero le despiertan los gritos de las sirvientas. Euriclea entra en la habitación como una tromba.
"¿Qué haces aquí dormida? Levántate, mujer. Ulises ha vuelto".
Penélope baja para encontrar a su hijo charlando animadamente con un desconocido que se parece mucho a Ulises. Pero ella es prudente. Todos le reprochan su corazón de piedra sin saber que ese corazón es el que le ha permitido sobrevivir a las injurias de los pretendientes.
Decide probar al desconocido, tenderle una trampa. Se vuelve y le dice a un criado que bajen la cama de Ulises hasta allí porque no piensa dormir con él.
Ulises pone los brazos en jarras y la mira con fuego en los ojos.
"¿Te has vuelto loca Penélope? Mi cama no se puede mover. Uno de sus pilares es un olivo que yo mismo sembré".
Ulises ha probado su identidad. No necesita nada más.
Ulises va a ver a su padre Laertes. Al principio el viejo no le reconoce y una vez más Ulises tiene que probar quien es. Luego los dos regresan a Palacio.
Tumbados en la cama, Penélope y Ulises se cuentan sus aventuras. Atenea hace que esa noche sea más larga de lo habitual.
Lo que hicieron cuando terminaron de hablar no lo recoge la mitología.

***

Esta es la última parte de la Odisea y me valdré de ella, en este caso, para referirme a la búsqueda del compañero.
Penélope es considerada un símbolo de la fidelidad conyugal y Ulises el esposo que debe demostrar que el reino es suyo.
La pareja perfecta para nosotros es aquella que se adecúa a lo que siempre deseamos, pero no siempre permanecemos fieles a este ideal. Ya sea por el temor a quedarnos solos, por las opiniones ajenas, por querer cumplir con los roles que nuestra educación o nuestra sociedad nos han impuesto sobre cómo debería ser o deberíamos ser dentro de una relación o por creer que nunca encontraremos en otro ser aquello que tanto hemos anhelado, acabamos abandonando la espera y nos conformamos con una relación que es un pálido reflejo de aquello que deseábamos para nosotros y que en el fondo de nuestro corazón seguimos sabiendo que existe, que es posible.
Esta es la primera lección de Penélope. Penélope encontró a su compañero en Ulises y se casó con él. Cuando Ulises partió hacia la guerra de Troya, Penélope lo esperó. Cuando, diez años después, la guerra de Troya acabó y se enteró del regreso de todos los reyes vecinos que habían participado en la misma junto a su esposo, pero Ulises no regresaba, aun así continuó esperándolo.
No fue por falta de pretendientes por lo que Penélope decidió esperar el regreso de Ulises, sino porque no era darle un consuelo a su corazón lo que ella quería. Ella sólo deseaba el regreso de su esposo, el amor que sabía existía y era perfecto para ella.
Pero la sociedad a veces apremia, las circunstancias también y ella, que estaba decidida a permanecer fiel, no a Ulises, sino a su propio corazón, a sus propios deseos, urdió un plan para distraer a los pretendientes. Hizo la promesa de que cuando acabara de tejer el sudario para su suegro, elegiría uno de los pretendientes. Y así cada noche destejía cuanto había tejido durante el día. Cada día tejía las ilusiones de encontrar, en alguno de ellos, el rostro del esposo anhelado y cada noche, al hallarse sola con su corazón, destejía sus falsas ilusiones para escuchar únicamente a su propia verdad, la verdad que su corazón seguía susurrándole “Ulises llegará”.
Durante todos los años de espera Penélope le preguntaba a cada viajero que llegaba a su reino si sabía algo de Ulises. Así, con cada “viajero” que se acerca a nuestro corazón, nos preguntamos qué traerá de Ulises. ¿Será él? ¿Está cerca?
Así transcurren los años y un día llega al reino un mendigo, alguien que en nada se parece a ese Ulises que anhelamos y volvemos a preguntarle, no a él, sino a nuestro corazón ¿qué sabes de Ulises?
Penélope siente que no le queda mucho tiempo, que no puede esconderse mucho más en su sueño, que deberá elegir un pretendiente entre todos los que habitan su reino. La consigna es la siguiente: aquel que logre tensar el arco de Ulises, se casará con ella.
La fuerza del arco representa la intención y, sólo aquel cuya intención sea la precisa, la que se adecúa a la representación de nuestro “Ulises” interior, será el elegido.
Por supuesto que todos los pretendientes se quedan a mitad de camino y sólo uno consigue tensar el arco. Mientras todos los pretendientes fanfarronean, uno sólo se mantiene sereno tensando el arco sin detenerse.
Aun así Penélope desconfía, han sido muchos años de ilusiones vanas, demasiados años esperando la llegada de Ulises para sólo encontrarse con impostores deseosos de hacerse con su reino sin las intenciones adecuadas. No es fría, sólo es prudente y fiel a sí misma.
Entonces decide tenderle una trampa al supuesto Ulises y probarlo. Si realmente es él, conocerá el secreto escondido en su lecho, ese que nadie más sabe. Y el lecho aquí representa, sin duda, sus anhelos más íntimos. Así que si ese ser, que dice ser Ulises, sabe cómo llegar a su intimidad, sabe cómo acceder al rostro todos ocultamos y también Penélope, si sabe reconocer su otra naturaleza, entonces ya no habrá dudas ¡Ulises habrá llegado!
Ella dice que no dormirá con él y que la cama de Ulises será trasladada para cobijar al recién llegado. La particularidad del lecho es que ha sido construido sobre un pilar de olivo. El olivo es el fruto de la pasión y sólo el verdadero Ulises sabe que ese es uno de los pilares fundamentales del lecho de la pareja. Sólo Ulises y Penélope saben dónde se halla la pasión en el lecho que ambos compartirán. 
Cuando el verdadero Ulises se descubre ante Penélope, el tiempo se detiene, porque eso sólo lo consigue un Amor auténtico.

Como Ulises, el amor a veces llega disfrazado de una cosa diferente a la que esperamos. Observa, ponlo a prueba, no lo des por sentado de entrada. Ten la constancia y la paciencia infinita de Penélope. Nunca dejes de perseguir aquello que anhelas y que tu corazón sabe que existe. Nunca pierdas la fe en eso que crees. Te cortarán los brazos, las piernas, la cabeza, hasta que vuelva a crecer una nueva cabeza para materializar aquello en lo que nunca has dejado de creer, sea lo que sea.
Desteje tus ilusiones cada noche, coloca tus manos sobre tu corazón y dile “lo estamos haciendo muy bien”.



sábado, 12 de septiembre de 2015

El Amor es la respuesta




Voy a contarles una cosa. Ayer apareció esta foto en mi teléfono. No se quien me la envió, a lo mejor fue una manito desde arriba, pero me alegró mucho encontrarme con ella. 
Hemos venido a experimentar como sería que hubiera un afuera y, en ese juego nos hemos perdido. Pero no fue un error en absoluto porque, ese perdernos, nos esta permitiendo reencontrarnos. 
El camino del Amor está cargado de sencillez, una simpleza honda que emociona. Porque en la partícula más elemental de la vida es en donde nos encontramos vos y yo, sin circunloquios ni posturas ni grandilocuencias. 
Cuando uno quiere decir y expresar verdaderamente amor se queda mudo, se mira a los ojos y no salen las palabras, porque no caben, pierden todo sentido. 
En la sencillez de la mirada, de la mano rozando otra mano, del crujido silencioso de la vida que crece, en una minúscula lágrima. Allí está lo grande. Y esta allí porque es precisamente el lugar en donde permitimos que se produzca el encuentro. Porque lo demás, lo artificial, los adornos sabihondos y santurrones son al final los que crean los abismos.
Gracias a esa mano y gracias a vos que me das vida a través de tu mirada. ¡Sí, vos que estás leyendo!


domingo, 6 de septiembre de 2015

La fuerza de la intención



No hay unidad más que en ti, tu te separas o te unes a ti.
Mantente en tu centro y sigue siendo tu, como un faro en la oscuridad.
Nada hay que esperar, ningún lugar al que llegar, tan sólo ir, con uno, en uno. Lo demás son espejismos.
Los deseos marcan la intención pero, una vez marcada, deben soltarse porque la intención no es el resultado si no el camino. La intención es la fuerza del arco.
La autoreferencia es sencillamente el punto de apoyo sobre el cual nos afirmamos para disparar la flecha. ¿Dónde estoy ahora? ¿Hacia dónde me dirijo?
Volar es soltar el resultado pero, sin intención, no hay vuelo.
Está bien que uno quiera saber a dónde va pero la magia reside en que uno nunca sabe a dónde llegará porque, en mitad del vuelo, dejamos de ser los mismos. Es el vuelo el que nos transforma.
Así, cada punto de llegada se convierte en un nuevo punto de partida.



martes, 11 de agosto de 2015

Tío Rico: Lecciones de Abundancia para niños


Hace un tiempo leí un cuento ilustrado del Pato Donald y el Tío Rico McPato. El mencionado relato, que por supuesto era para niños, contaba una curiosa anécdota que decía más o menos así:
Un día el tío Rico McPato simplemente decidió que se había cansado de toda su riqueza, se había hartado de ser millonario (algo que sólo en los cuentos sucede, claro), por lo que tomó todo su dinero y lo colocó en varios camiones y les ordenó dirigirse a la ciudad y repartir las monedas y los billetes entre todos los habitantes. Tras haberse deshecho hasta del último centavo, el tío Rico se dedicó humildemente a descansar a la luz del sol, con un libro en la mano, en el patio de su casa. El libro era el único bien que McPato había conservado. Un buen día, poco después de haber regalado toda su riqueza, su tranquila lectura se vio interrumpida por una caravana de camiones que entraban en su terreno. Eran los mismos a los que había mandado a que repartieran su dinero entre la ciudadanía. El tío Rico extrañado se acercó a uno de los camiones y le preguntó al conductor, – ¿Qué significa todo esto? ¿Qué hacen aquí?
A lo que el chofer respondió – Venimos a regresarle su dinero señor.
El tío McPato sorprendido, alegó – ¡Pero yo mandé que todo el dinero se regalara!, no lo quiero.
Y el tranquilo conductor replicó – No, es que usted no entiende. El dinero se regaló, pero los ciudadanos fueron a gastarlo en todas las tiendas de su propiedad, así que aquí tiene esas ganancias.

Si nos ponemos muy exigentes el relato no tiene pies ni cabeza, ¿acaso se le olvidó al Tío Rico que poseía tantas tiendas?, pero recordemos que se trataba de un cuento ilustrado para niños. Sin embargo es cierto que el cuento ilustra, de buena manera, una lección en torno al modo en que funciona la energía del dinero.
El dinero que ingresa y no sale, se estanca y no circula. Imaginemos un estanque que recibe el agua de lluvia pero que no posee un desagüe por el que ésta pueda correr.
Todo aquello que no fluye libremente acaba produciendo una implosión que acaba, de algún modo, destruyendo aquello que se ha estancado, atrofiándolo.
Podemos encontrar miles de ejemplos relacionados con esto: el dinero guardado en el banco, intocable, que acaba siendo comido por los intereses o las inestabilidades de los mercados, o que acaba usándose para sufragar una costosa recuperación de una enfermedad.
La energía (y el dinero lo es) siempre buscará equilibrarse por sí misma de alguna manera. Es por eso que este cuento nos enseña de un modo claro y didáctico que todo aquello que doy, regresa a mi multiplicado.
Cada vez que yo entrego, dinero, amor, tiempo, desde el corazón, lo que estoy haciendo, en realidad, es abrir los caminos de mi abundancia, porque aquella mano que yo estoy hoy llenando con la abundancia que poseo, será la mano que volverá llenar la copa de mi propia abundancia.
El equilibrio universal se encargará de retribuirme con creces aquello que doy.
Así que la pregunta que debo hacerme es ¿Qué estoy dando? ¿Qué quiero recibir?

lunes, 10 de agosto de 2015

Psyche & Eros: Ese Amor del Alma

Louis Jean Francois - Eros And Psyche
Cuenta el mito que Psique (en griego: alma humana) era una joven princesa mortal de extraordinaria belleza, a quien la misma diosa Afrodita, madre de Eros, rechazaba por su hermosura. No obstante la admiración que profesaban los jóvenes por ella, no había encontrado aún esposo, por lo cual sus padres, preocupados, decidieron consultar al oráculo. Éste, influenciado por Afrodita que, como dijimos la detestaba, mandó al padre a abandonar a la joven en la cumbre de un monte lejano, en una roca solitaria, en donde sería devorada por un monstruo, bajo amenaza de que si no lo hacía sería el responsable de una terrible calamidad.
Estando allí Psique, harta de soledad, esperando la ejecución del oráculo, llegó Eros, el dios del amor (de la atracción sexual y del sexo), con sus flechas doradas a cumplir el pedido de su celosa madre de matar a la bella joven. Pero Eros, al verse deslumbrado por la hermosura de la joven,  tropezó y se pinchó con una de sus propias flechas, quedando así enamorado de Psique. Entonces comenzó a soplar el viento Céfiro, que siempre arrastraba buenos augurios, y tras celebrarse una boda especial, por orden de Eros, envolvió con suavidad a la joven en su bruma y la transportó al magnífico palacio del más grande de los amadores.
Eros se acercaba a su amada solo por las noches, y en una especie de ensoñación sentían la ternura y el amor sagrado e infinito. Así en ese estado Eros, que era inmortal, le hace prometer a la mortal Psique que jamás intentaría ver su rostro, ya que si eso ocurría la desdicha los alcanzaría. Cada mañana Eros besaba a su amada y la abandonaba, para volver cada noche a su lado.
Un día Psique decidió ir a ver a sus padres y hermanas, quienes al verla tan llena de vida se alegraron, pero sus hermanas luego de haber escuchado sus relatos del maravilloso amor que estaba viviendo, tal vez por envidia, instaron a la joven a urdir un plan para que viera el rostro del joven esposo, sembrando en ella la duda, de que tal vez éste fuera un horrible monstruo y por eso no se dejaba ver. Para tal fin la proveyeron de una lámpara de aceite.
Volvió Psique al palacio en busca de su amor y cuando Helios (sol) llegó a su ocaso, los esposos, tras haber pasado los momentos de fogosidad amorosa se dejaron llevar por el sueño. Pero Psique que en realidad fingía descansar, al ver a su esposo dormido, encendió la lámpara y vio entre nerviosa y aturdida en el efebo, el cuerpo y el rostro más hermoso que jamás pudiera imaginar, haciendo caer en su sorpresiva visión una gota del aceite sobre Eros, quien despertó al instante y huyó.
Desde ése momento Psique no volvió a conocer momentos de felicidad, había encontrado el amor, pero éste se había convertido en el monstruo que había predicho el oráculo, ya que la condenaba a vivir sin la dulzura del amor sagrado y de su compañía.
Tras estos desgraciados sucesos, Psique abandonó el palacio y se vio sola y vagando sin que nadie la ayudara, entonces Afrodita, la obligó en su necesidad, a realizar tareas desagradables y duras para que su hermosura se ajara. La última tarea penosa que le encomendó, fue la de bajar al mundo subterráneo del reino de Hades, la sombría y neblinosa  morada de los muertos, para traer un frasco de belleza de Perséfone, haciéndole la recomendación de que no debía abrir por ningún motivo el frasco que lo contenía.
Cuando Psique, tras andar y desandar el camino tortuoso, en medio de su vuelta no pudo resistir la tentación y abrió el frasco, al instante se esparció un perfume que adormecía a cualquier criatura viviente. La propia Psique sufrió los nefastos efectos y mientras quedaba sumida en un profundo sueño del que jamás despertaría, apareció Eros que, como seguía enamorado con un amor profundo, acudió en su ayuda y pinchándola con una de sus flechas doradas logró despertarla. Así Psique, aunque mortal, y obteniendo los favores de Zeus, quien le otorgó la inmortalidad de los dioses, gozó nuevamente del su amor del alma Eros.

Este mito nos ayuda a interpretar, con su historia de amor arquetípica, el proceso de la  maduración de los sentimientos y la capacidad para relacionarnos con otra persona.
En el origen del amor aparece el capricho de Afrodita, ya que sin su intervención Eros y Psique jamás se hubieran encontrado, y emerge con éste encuentro primitivo pero vital, el recorrido del camino del amor.
El encuentro deviene en una relación de atracción sensual y espiritual, algo surge desde dentro, de cada uno, una potencialidad que se pone en marcha en una relación.
La celebración del encuentro, lleno de promesas, en un nivel más profundo de la experiencia, trata de disfrutar del amor mientras se pueda, sabiendo que muchas cosas pueden ocurrir, felices y penosas, en el recorrido del camino del amor. Y en ese intento de permanecer sólo en el disfrute, Eros prefiere ocultar su verdadero rostro, aparecer cada noche para volver a marcharse justo cuando Psiche podría descubrir cómo es en verdad.
Entonces aparece el desconcierto y la duda, representado en el relato mítico por las hermanas. Cada uno de nosotros tiene "esas hermanas" dentro, que nos llevan a las sospechas bajas y mezquinas respecto del otro, en donde los fantasmas de posibles heridas se hacen presentes.
El conflicto es pues inevitable y representa el tiempo de prueba de la relación. La traición de Psiche a Eros puede ser penosa pero necesaria puesto que rompe la magia del enamoramiento ciego. A veces traicionar puede significar ser uno mismo. Es el deseo de conocer al compañero. Es la traición a la exigencia o la expectativa irracional de otra persona, un aspecto difícil pero frecuente en la profundización de una relación. El enamorado (Eros) se esconde: “no intentes conocerme, sigue enamorada de la imagen que tienes de mí” y Psiche lo traiciona en su deseo de conocer la verdad.
Pero no todo está perdido, porque el Amor siempre intentará reparar y reconstruir.
Luego llega la soledad, el desconcierto, la nostalgia del amor. El retiro al Hades, a la oscuridad del subconsciente, al enfrentamiento con uno mismo frente al sentimiento. La revisión de lo hecho y de lo vivido como experiencia, y el recorrido de las duras pruebas de ese amor, que necesita tiempo y esfuerzo, que muchas veces se expone a la humillación y al sufrimiento, pero con el compromiso firme del amor hallado y el intento de recuperar el amor perdido, sabiendo que solo el destino y no la terquedad une a las almas.
Entonces Eros vuelve a rescatar Psiche, ha sido humanizado por el amor de Psiche y ya no necesita ocultar el rostro y, a diferencia del amor inicial, este reencuentro de amor fue ganado, no con la fuerza, la voluntad o la manipulación emocional, sino con la fidelidad al sentimiento y con el compromiso del amor sagrado que no abarca solamente una dimensión personal y sensual, sino también una dimensión espiritual lo que lo sublima a la conexión con lo Divino.
Se ha dicho alguna vez que amar a otra persona abre el corazón a la vida misma. El amor cuando ha pasado muchas pruebas y ha sido edificado sobre la honradez y la humildad, nos unirá al amor verdadero y nos conectará con nuestras propias almas y con un sentimiento de permanencia, significado y rectitud de la vida. No todas las relaciones pueden alcanzarla y ninguna relación puede alcanzarla continuamente. Parece, no obstante, que los humanos seguimos intentándolo.



Bibliografía:
  Enciclopedia de Mitología Universal - Ed. Nueva Lente - Madrid 19
  El Tarot Mítico -Juliet Sharman-Burke y Liz Greene-Ed. EDAF- Madrid 2005