Gabriela Collado

Terapeuta Holística. Maestra Espiritual. Coach en Relaciones. Terapia PNL. Transgeneracional. Biodescodificación. Risoterapia. Reiki Master. Terapia Metamórfica. Registros Akashicos. Tarot Evolutivo. Canalizaciones. Terapias y Talleres Vivenciales (Presenciales y On Line). Conferencista. Seminarios Motivacionales.

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Los molinos son molinos, Quijote

 
 
Creí que necesitaba de otras personas, de “determinado tipo de personas”, para ser capaz de encontrarme a mí misma, para guiarme, para que me ayudaran a comprenderme, para sostenerme y para que me amaran: así yo podría saber que estaba yendo por el buen camino; porque si estaba sola y no había nadie que me amase, entonces eso significaría que algo había hecho mal en mi recorrido, algo que debía ser reparado para que entonces sí pudieran amarme, por fin.
Me la pasé huyendo.
Encontré a muchas de “esas personas” pero, por alguna razón, ninguna permanecía demasiado tiempo en mi vida. ¿Es que aún no estaba siendo lo suficientemente buena? ¿Es que aún seguía cometiendo algún error? ¿Cuándo dejaría de hacer eso que hacía mal y que no acababa de saber qué era y que nadie se atrevía a confesarme?
Y ocurrió, me quedé sola; la última persona que siempre había estado allí, a mi lado, también se fue.
Al principio no hubo silencio, los gritos de mi cabeza se convirtieron en síntomas. Ruido fuera, distracción, ¿diversión?, división.
Me perdí, dejé de reconocerme; creo que hasta yo misma me dejé sola, ¿o fue al revés?
Entonce sí, llegó el silencio; bueno, no llegó, me lo permití, el silencio siempre estaría allí y por eso huía.
El silencio ante mí misma, ante todo cuanto había creado.
Observé detenidamente mis manos, había algo en mi que aun podía reconocer.
“Bienvenida”, me dije.
Me quedé muy quieta para no volver a irme; ya había sucedido antes, muchas veces.
“¿Qué te pasa? ¿De qué huyes? ¿Por qué corres? Desde que te fuiste entraron tantos miedos.
Acabo de verte hacer eso otra vez, como cuando eras niña intentando comprender el enojo de mamá, haciéndote cargo de él, renunciando a tu paz para cambiarlo.
El monstruo no se va porque tú crees en él. Cada vez que huyes de él es porque crees que puede acabar contigo.
Los molinos son molinos, Quijote.
La más profunda aceptación no es algo que tengas que hacer o dejar de hacer. La aceptación más profunda es la que tienes frente a ti misma, así, ahora, sin exigencias, sin castigos, sin condiciones.
Si eres capaz de aceptar que los molinos hacen viento, en lugar de quedarte a planear estrategias para derrotarlos, úsalos para que te impulsen a volar.
¡Déjate en paz!
El maestro al que clamas, el amigo al que reclamas, el amor que anhelas, la alegría que deseas, la belleza a la que aspiras, eso, todo eso, eres tu; así, tal y como eres ahora.
El camino hacia adentro está hecho de pasos cortos y movimientos lentos.
Olvida la imagen de lo que deseas ser y ama la imagen de lo que eres, este momento es sagrado.
Suéltalos a todos, no los necesitas para definirte.
Ni siquiera voy a hacerte promesas. No te diré que, si lo haces, entonces todo cambiará, porque, por lo tanto, te aferrarás al cambio y volverás a huir.
Ámate a ti frente a cada cosa, sin expectativas, ni condiciones.
Ámate en el ellanto y en la rabia; suelta las explicaciones.
Observa tus manos, escucha el silencio, siente el milagro; eres tú.
Por fin has encontrado lo que buscabas.”

Gabriela Collado


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