El Hermetismo egipcio decía:
 “Tal y como es arriba así es abajo” y teniendo en cuenta esta máxima, 
por medio de la analogía del Macrocosmos al Microcosmos, seguiremos el 
camino que nos muestra la estrella de Belén y que recorremos junto a los
 “magos de oriente”.
Encontramos referencia a los magos en el
 evangelio de San Mateo, pero no especifica el número de ellos, tan solo
 que siguen a una estrella que está en el Oriente y llegan a Belén a 
adorar al nuevo rey de los judíos que ha nacido en un pesebre, al que 
ofrecen oro, incienso y mirra.
Pasados los siglos, ya tienen nombre los
 reyes magos y rasgos distintivos en cuanto a las edades. Uno joven 
llamado Balthasar, otro adulto con barba negra llamado Melchor y el 
último anciano, de nombre Gaspar, tal como vemos en el grabado de la 
iglesia de San Apolinar Novo, en Rávena Italia y que data del S.VI.
Curiosamente esta relación entre nombres y personalidades sigue igual en
 Hispanoamérica pero difiere en Europa, ya que Gaspar pasa a ser Melchor
 y viceversa.
 
Independientemente de los hechos 
históricos de la vida del Maestro Jesús, está claro que hay un 
simbolismo hermético y alquímico que en el Medievo se fue añadiendo a la
 tradición.
Teniendo en cuenta que el alquimista 
busca el nacimiento del estado Crístico en su propio ser, imitando la 
vida del Maestro Jesús, es obvio que todo el enfoque simbólico tiene 
como objetivo nacer a una nueva consciencia.
Los tres reyes pueden representar las 
tres edades por la que pasa el buscador hasta alcanzar la iluminación, 
la etapa al negro, al blanco y al rojo de los alquimistas, o lo que es 
lo mismo, la etapa del despertar, de purificación y de unión con Dios.
Los alquimistas de lo espiritual, siguen
 a una estrella muy conocida, la estrella de David con sus dos 
triángulos entrelazados, en cuyos extremos están el sol y la luna, y en 
cuyo interior nace el niño de oro.
Nace en un pesebre, en una cueva 
interior, en el corazón del hombre, donde la luz de la estrella, la luz 
de la consciencia divina, le ha llevado y guiado durante sus etapas de 
fe, esperanza y caridad, hasta el divino nacimiento.
Estos magos, estas etapas vienen 
expresadas por diferentes ofrendas. La mirra utilizada para embalsamar y
 simbólica de la muerte a los viejos conceptos que se necesitan para 
tomar consciencia. El Incienso, resina de olor agradable y simbólico del
 ascenso de la nueva consciencia hacía metas más altas. El Oro, metal 
noble de simbología solar relacionado con el nacimiento divino, con la 
primera manifestación de la Luz Divina en nuestra consciencia, que al 
igual que el Maestro Jesús, deberá pasar por las diferentes etapas hasta
 llegar a “morir” en vida para renacer en espíritu.
Estos magos simbólicamente, atraviesan 
el desierto, que representa el mundo interior, donde el silencio es 
necesario para oír la voz del Espíritu Santo.
Los “magos” son guiados por esa voz 
interna, esa estrella que brilla en el “Oriente” del cuerpo y que nos da
 la necesaria armonía para fluir por la dirección correcta, hacia 
nuestra Belém particular y llegar algún día a la “Jerusalén Celestial”.
Fuente: Guillermo Recourt.