Gabriela Collado

Terapeuta Holística. Maestra Espiritual. Coach en Relaciones. Terapia PNL. Transgeneracional. Biodescodificación. Risoterapia. Reiki Master. Terapia Metamórfica. Registros Akashicos. Tarot Evolutivo. Canalizaciones. Terapias y Talleres Vivenciales (Presenciales y On Line). Conferencista. Seminarios Motivacionales.

sábado, 30 de enero de 2016

Estás de suerte


Estás de suerte, porque la vida no te dejará escaparte de aquello que tienes que afrontar. Podrás mirar mil veces hacia otro lado, podrás huir refugiándote lejos, podrás culpar a los demás, cambiar de amigos, incluso de pareja, pero seguirás recibiendo los mismos cachetazos una y otra vez, hasta que decidas dejar de creer que cambiando lo que te rodea podrás deshacerte de lo que te hace daño. Hasta que asumas tu responsabilidad en el asunto. Hasta que dejes de jugar a la víctima y te afrontes al hecho doloroso de que tú eras el verdugo.
El hecho inexorable que más nos cuesta afrontar es el hecho de que estamos solos. Nacimos solos, vivimos solos y moriremos solos. Puedes sentirlo como libertad o como soledad. La vida y sus circunstancias son siempre una cuestión de perspectiva. Y nadie puede (¡ni debe!) salvarte de esa soledad. Decía Eckart Tolle: “las relaciones están aquí para hacerte consciente, no para hacerte feliz”. Y es en la más profunda soledad en la que debemos encontrarnos y afrontar nuestras propias batallas con nuestra oscuridad, nuestros miedos y miserias, nuestras vergüenzas y negaciones. No importa si estás rodeado de gente o no, tampoco importa si quien te ama desea ayudarte; a veces la mejor ayuda se hace desde el silencio, aunque no la veas, aunque creas que te han abandonado. Con respecto a esto hay una parábola anónima que cuenta la historia de un par de huellas en la arena caminando juntas y que, en los momentos más difíciles, un par de ellas desaparecía y sólo quedaba una avanazando. Cuando, desde su dolor, el caminante le reclama su abandono a aquel que lo acompañaba, el otro responde “en los momentos en que sólo viste un par de huellas, esas huellas eran las mías mientras te sostenía en mis brazos”. Una vez más, todo es una cuestión de perspectiva y no de expectativa.
El miedo a la soledad nos enfrenta con nuestro más ancestral miedo a la muerte y no seremos capaces de despertar de este sueño hasta que no lo miremos a la cara, hasta que temblando desnudos frente al vacío, nos rindamos y soltemos el control absoluto que pretendemos ejercer sobre la vida.
Existe un momento en tu camino en el que la vida te hace el regalo más grande de todos enfrentándote a la muerte, a la muerte de lo que creías que eras o debías hacer. Entras en crisis, una crisis épica en la que, literalmente, te sientes morir. Entonces, la muerte pasa a convertirse en tu mejor maestra; te toma de la mano y te dice, “vuela, deja de arrastrarte y pelearte con el suelo y vuela”. Y ese vuelo lo emprendemos solos para, desde las alturas, comprender que aquello que llamábamos soledad es la única libertad posible.
Depón las armas, amigo mío. Mírate a los ojos, quizás por primera vez. Sé lo más honesto que puedas contigo mismo y vuelve a ser tu propio guía.
Hoy estás de suerte.

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