Gabriela Collado

Terapeuta Holística. Maestra Espiritual. Coach en Relaciones. Terapia PNL. Transgeneracional. Biodescodificación. Risoterapia. Reiki Master. Terapia Metamórfica. Registros Akashicos. Tarot Evolutivo. Canalizaciones. Terapias y Talleres Vivenciales (Presenciales y On Line). Conferencista. Seminarios Motivacionales.

martes, 5 de enero de 2016

El simbolismo de los Reyes Magos



El Hermetismo egipcio decía: “Tal y como es arriba así es abajo” y teniendo en cuenta esta máxima, por medio de la analogía del Macrocosmos al Microcosmos, seguiremos el camino que nos muestra la estrella de Belén y que recorremos junto a los “magos de oriente”.
Encontramos referencia a los magos en el evangelio de San Mateo, pero no especifica el número de ellos, tan solo que siguen a una estrella que está en el Oriente y llegan a Belén a adorar al nuevo rey de los judíos que ha nacido en un pesebre, al que ofrecen oro, incienso y mirra.
Pasados los siglos, ya tienen nombre los reyes magos y rasgos distintivos en cuanto a las edades. Uno joven llamado Balthasar, otro adulto con barba negra llamado Melchor y el último anciano, de nombre Gaspar, tal como vemos en el grabado de la iglesia de San Apolinar Novo, en Rávena Italia y que data del S.VI.


Curiosamente esta relación entre nombres y personalidades sigue igual en Hispanoamérica pero difiere en Europa, ya que Gaspar pasa a ser Melchor y viceversa.
Independientemente de los hechos históricos de la vida del Maestro Jesús, está claro que hay un simbolismo hermético y alquímico que en el Medievo se fue añadiendo a la tradición.
Teniendo en cuenta que el alquimista busca el nacimiento del estado Crístico en su propio ser, imitando la vida del Maestro Jesús, es obvio que todo el enfoque simbólico tiene como objetivo nacer a una nueva consciencia.
Los tres reyes pueden representar las tres edades por la que pasa el buscador hasta alcanzar la iluminación, la etapa al negro, al blanco y al rojo de los alquimistas, o lo que es lo mismo, la etapa del despertar, de purificación y de unión con Dios.
Los alquimistas de lo espiritual, siguen a una estrella muy conocida, la estrella de David con sus dos triángulos entrelazados, en cuyos extremos están el sol y la luna, y en cuyo interior nace el niño de oro.
Nace en un pesebre, en una cueva interior, en el corazón del hombre, donde la luz de la estrella, la luz de la consciencia divina, le ha llevado y guiado durante sus etapas de fe, esperanza y caridad, hasta el divino nacimiento.
Estos magos, estas etapas vienen expresadas por diferentes ofrendas. La mirra utilizada para embalsamar y simbólica de la muerte a los viejos conceptos que se necesitan para tomar consciencia. El Incienso, resina de olor agradable y simbólico del ascenso de la nueva consciencia hacía metas más altas. El Oro, metal noble de simbología solar relacionado con el nacimiento divino, con la primera manifestación de la Luz Divina en nuestra consciencia, que al igual que el Maestro Jesús, deberá pasar por las diferentes etapas hasta llegar a “morir” en vida para renacer en espíritu.
Estos magos simbólicamente, atraviesan el desierto, que representa el mundo interior, donde el silencio es necesario para oír la voz del Espíritu Santo.
Los “magos” son guiados por esa voz interna, esa estrella que brilla en el “Oriente” del cuerpo y que nos da la necesaria armonía para fluir por la dirección correcta, hacia nuestra Belém particular y llegar algún día a la “Jerusalén Celestial”.


Fuente: Guillermo Recourt.