Gabriela ColladoTerapeuta Holística. Maestra Espiritual. Coach en Relaciones. Terapia PNL. Transgeneracional. Biodescodificación. Risoterapia. Reiki Master. Terapia Metamórfica. Registros Akashicos. Tarot Evolutivo. Canalizaciones. Terapias y Talleres Vivenciales (Presenciales y On Line). Conferencista. Seminarios Motivacionales.
sábado, 31 de diciembre de 2011
miércoles, 28 de diciembre de 2011
Amor condicional
Nos enseñan desde pequeñitos que los padres siempre aman a los hijos. Nadie
pone en duda esta máxima. A nadie se le ocurriría pensar que un padre y, sobre
todo, una madre, no amara a sus hijos. Cuando eso ocurre, nos convencemos de
que se trata de una excepción a la regla. Pero hay muchas.
Para eso habría que definir qué es amor o, qué es amar a alguien.
Procurar atención y cuidados es apenas una faceta del amor, pero cumplir, pura y exclusivamente, con esas dos premisas no significa que ames completamente a alguien.
Procurar atención y cuidados es apenas una faceta del amor, pero cumplir, pura y exclusivamente, con esas dos premisas no significa que ames completamente a alguien.
Particularmente me gusta la definición que Erich Fromm hace de lo que es
amar, en su libro “El arte de Amar”, en el que concluye que amar es conseguir
la propia felicidad con la satisfacción del otro. Él dice que amar es dar vida
y no se refiere con esto, exclusivamente, al hecho de traer un hijo al mundo,
se entiende.
Partiendo de esta base, hay en el mundo un concepto muy errado de lo que es
el amor. El concepto de amor se ha mercantilizado. Doy para recibir o, lo que
es aún peor, doy si recibo. Vivimos un amor condicional creyendo que eso es
amor y pasamos el resto de nuestra vida buscando acumularlo, da igual su forma,
dinero, parejas, sexo, trabajo, etc. Lo medimos y, con eso, lo reducimos a
nada.
Hubo un momento en mi infancia en el que dejé de recibir la atención de mis
padres. Nunca me faltó nada y mi familia, podría decirse, siempre estuvo
catalogada dentro de los parámetros de lo que denominan una familia normal. Sin
embargo, me faltaba algo, algo que ahora, en la madurez, me he dado cuenta que
nunca dejé de buscar.
Seguí buscando esa atención perdida, eso que yo sentía que debía ser el
amor, eso que, suponía, debían darme mis padres, esa aprobación de que yo soy
una persona “amable”. La buscaba en mis parejas, en mis jefes, en los amigos, etc.
Se da tan por sentado el amor de los padres por los hijos que si alguien, a
quien no le faltó nada ¿nada? (y aquí otra vez estamos encerrando, pura y
exclusivamente, el concepto materialista del amor), dijera que no ha
sentido el amor de sus padres sería puesto en duda.
El maltrato no es exclusivamente físico. También lo es el psicológico, la
carencia de ese amor, el desinterés, el poder, la indiferencia, el insulto, la
falta de respeto…
No necesariamente por ser padres han de amar a los hijos. La paternidad no
es un paquete que incluya el amor si uno no lo trae ya consigo en su bagaje
anterior.
Sinceramente, darme cuenta de esto, para mí, ha sido liberador, porque, por
fin, pude dejar de buscar algo, en nada y en nadie, que sabía no alcanzaría
jamás: la aprobación de mis padres.
Y esto es asumir mi responsabilidad como adulta. Esto es amarme y, así,
aprender a amar. Esto no es culpar a mis padres por el accidentado camino
recorrido hasta llegar a esta conclusión, sino comprender, desde el amor, que
nadie puede enseñar lo que no sabe. Y que, probablemente, ellos no supieran
amar porque tampoco sus padres han sabido hacerlo.
Como vivimos en comunidad, afortunadamente, encontramos otras personas que
nos dan ese amor, que nos demuestran esa ternura posible.
martes, 13 de diciembre de 2011
Deméter
"Lo he
sentido todo:
la furia, la
ira,
la alegría,
la felicidad,
el llanto,
la angustia...
Y
busqué
el camino
del medio,
el sendero
seguro
entre lo que
sentí
y lo que
hice con ello.
Después,
mudé de piel,
las capas se
acumulan
cuando los
sentimientos
no se
expresan,
no se
oyen,
no se
reconocen.
Dando a mis
sentimientos
el lugar que
tienen por derecho,
me
alejé de la intensidad,
de la
inmensidad,
de la espesa
densidad
y del precio
de la emoción"
DEMÉTER:
Diosa de las Cosechas, nutridora de la Tierra, venerada por sus habitantes,
considerados todos como sus hijas e hijos. A pesar de tener tanto poder, se le
consideró una deidad vulnerable... primero fue violada y después le arrebataron
a su hija adolescente, Perséfone. Furiosa por esto último, dejo a la
agricultura sumida en profundos periodos improductivos y heladas
climatológicas, impidiendo de esta manera que se consiguiese ningún tipo de
alimento para la subsistencia de los humanos. Algo que finalizó cuando Zeus,
harto de las súplicas y plegarias de los mortales, medió para que su hija fuese
devuelta a su lado por temporadas, y el periodo que no están juntas, Deméter
cubre la tierra con un manto blanco invernal. Ella, sin embargo, está
representada por la luna llena, simbolizando la plenitud, que es cuando la
mujer alcanza el punto de madurez óptimo, y comienza a dar sus mejores frutos,
que han sido sembrados y cosechados a los largo de sus experiencias.
Deméter ha venido a iluminar tu sendero en medio de la oscuridad, para que te enfrentes al laberinto de los sentimientos y emociones. Es el momento de nutrir la totalidad mediante la aceptación, el reconocimiento y la expresión de tus sentimientos. El sentimiento es lo que tú sientes; la emoción es tu reacción a ese sentimiento. Los sentimientos no expresados se acumulan y pueden generar enfermedades, pues ocupan espacio en tu interior e impiden el flujo de las energías saludables.
Quizás no se
prestara atención a tus sentimientos (¡ni siquiera a ti!) cuando eras niña. Y
eso pudo llevarte a darles más energía, con el fin de obtener algún tipo de
respuesta. Puede que tengas miedo de que tus emociones, o tus sentimientos, te
hagan demasiado vulnerable, te abrumen o te lleven a lugares de los que no eres
capaz de regresar. Deméter dice que, en la medida en que aceptes y honres tus
sentimientos, más segura te sentirás en el momento de expresarlos.
Algunas
preguntas claves que pueden ayudarte:
¿Qué es lo que estás nutriendo y qué estás dejando de nutrir?
¿Cuánto de verdadero y de ti misma hay en
lo que proteges, cuidas, ayudas y nutres?
¿Por qué te
das tanto? ¿Qué esconde esta disciplina complaciente? ¿Qué es de lo que quieres
llenarte esencialmente con todo ello? ¿Por qué cuando alguien tan cercano
te falta de esta manera, te apena tanto, te enfurece hasta tal extremo? ¿Por
qué esto mismo lo resuelves dándote aún más o, en el caso contrario,
retirándote vehemente del entorno, como si quisieras infligir castigo con ello?
¿Por qué ésta actitud ambivalente?
Debes de aprender la mejor manera posible de bucear en tu ser interior, para meditar y descubrir cuál es tu manera de pensar y de actuar.
Debes de aprender la mejor manera posible de bucear en tu ser interior, para meditar y descubrir cuál es tu manera de pensar y de actuar.
Deberás de
aprender a consolidar el desapego en tus relaciones más próximas, soy
consciente de que no es una tarea fácil, pero cuando lo consigas podrás existir
sin tanto sufrimiento ni ansiedad, serás más feliz y tu niña (interior), cuando
te vea así, desde esta nueva perspectiva, también lo será, la relación entre
ambas fluirá.
Extraído del Libro "El Oráculo de la Diosa", de Amy Sophia Marashinsky
Extracto de:
Luisa Blanca
sábado, 10 de diciembre de 2011
Mito Sánscrito sobre la creación de la mujer
En un principio, cuando
Twashtri (Dios creador) pensó en la creación de la mujer, descubrió que había
empleado todos los materiales en la confección del hombre, y no le quedaban
elementos sólidos. Ante tal problema, y después de una profunda meditación, hizo
lo siguiente:
tomó la redondez de la luna, la curva de los reptiles, el tintineo de los pendientes, el temblor del pasto, la delicadeza de la caña, la lozanía de las flores, la ligereza de las hojas, las formas del tronco del elefante, la mirada del ciervo, lo amontonado de las abejas, la alegría de los rayos del sol, las lágrimas de las nubes, la volubilidad de los vientos, la timidez de la liebre, la vanidad del pavo real, la suavidad del pecho del loro, la dureza del diamante, la dulzura de la miel, la crueldad del tigre, el ardiente calor del fuego, la frialdad de la nieve, el graznido del cuervo, el arrullo del cuco, la hipocresía de la grulla y la fidelidad del perro; juntó todo esto y creó a la mujer y se la dio al hombre.
Pero una semana después, el hombre fue en su busca y le dijo:
‘Señor, esta criatura que tú me has dado me hace la vida desdichada. Habla incesantemente, me molesta más allá de mi paciencia, nunca me deja solo, siempre requiere atención, me ocupa todo el tiempo, llora por nada y siempre está ociosa. Por esto he venido a devolvértela, pues no puedo vivir con ella’.
Entonces Twashtri dijo:
‘Muy bien’ y se la llevó consigo.
Luego, a la semana siguiente, el hombre volvió otra vez y dijo:
‘Señor, encuentro que mi vida está muy sola desde que te devolví a esta criatura; recuerdo como solía bailar y cantar, mirarme con sus ojos, jugar conmigo, confiar en mi; su risa era música y era tan hermosa de mirar, tan suave de tocar… ¡Dámela otra vez, te lo ruego!’ y Twashtri respondió: ‘Muy bien’, y se la volvió a dar. Pero a los tres días justo, el hombre regresó y dijo: ‘Señor, yo no sé cómo es, pero después de todo he llegado a la conclusión de que me causa más problemas que satisfacciones.
Por favor, tómala de nuevo’, pero Twashtri contestó:
¡Fuera! ¡Vete! No quiero saber más de este asunto. Arréglatelas como puedas’. El hombre dijo entonces:
‘Es que no puedo vivir con ella’.
Y Twashtri replicó:
‘Tampoco puedes vivir sin ella’.
Y dando vuelta continuó sus trabajos. El hombre murmuró:
‘¿Qué haré, pues, si no puedo vivir con ella ni sin ella?’".
Extraido de : El eterno femenino y las siete edades de la mujer
tomó la redondez de la luna, la curva de los reptiles, el tintineo de los pendientes, el temblor del pasto, la delicadeza de la caña, la lozanía de las flores, la ligereza de las hojas, las formas del tronco del elefante, la mirada del ciervo, lo amontonado de las abejas, la alegría de los rayos del sol, las lágrimas de las nubes, la volubilidad de los vientos, la timidez de la liebre, la vanidad del pavo real, la suavidad del pecho del loro, la dureza del diamante, la dulzura de la miel, la crueldad del tigre, el ardiente calor del fuego, la frialdad de la nieve, el graznido del cuervo, el arrullo del cuco, la hipocresía de la grulla y la fidelidad del perro; juntó todo esto y creó a la mujer y se la dio al hombre.
Pero una semana después, el hombre fue en su busca y le dijo:
‘Señor, esta criatura que tú me has dado me hace la vida desdichada. Habla incesantemente, me molesta más allá de mi paciencia, nunca me deja solo, siempre requiere atención, me ocupa todo el tiempo, llora por nada y siempre está ociosa. Por esto he venido a devolvértela, pues no puedo vivir con ella’.
Entonces Twashtri dijo:
‘Muy bien’ y se la llevó consigo.
Luego, a la semana siguiente, el hombre volvió otra vez y dijo:
‘Señor, encuentro que mi vida está muy sola desde que te devolví a esta criatura; recuerdo como solía bailar y cantar, mirarme con sus ojos, jugar conmigo, confiar en mi; su risa era música y era tan hermosa de mirar, tan suave de tocar… ¡Dámela otra vez, te lo ruego!’ y Twashtri respondió: ‘Muy bien’, y se la volvió a dar. Pero a los tres días justo, el hombre regresó y dijo: ‘Señor, yo no sé cómo es, pero después de todo he llegado a la conclusión de que me causa más problemas que satisfacciones.
Por favor, tómala de nuevo’, pero Twashtri contestó:
¡Fuera! ¡Vete! No quiero saber más de este asunto. Arréglatelas como puedas’. El hombre dijo entonces:
‘Es que no puedo vivir con ella’.
Y Twashtri replicó:
‘Tampoco puedes vivir sin ella’.
Y dando vuelta continuó sus trabajos. El hombre murmuró:
‘¿Qué haré, pues, si no puedo vivir con ella ni sin ella?’".
Extraido de : El eterno femenino y las siete edades de la mujer
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