En un principio, cuando
Twashtri (Dios creador) pensó en la creación de la mujer, descubrió que había
empleado todos los materiales en la confección del hombre, y no le quedaban
elementos sólidos. Ante tal problema, y después de una profunda meditación, hizo
lo siguiente:
tomó la redondez de la luna, la curva de los reptiles, el tintineo de los pendientes, el temblor del pasto, la delicadeza de la caña, la lozanía de las flores, la ligereza de las hojas, las formas del tronco del elefante, la mirada del ciervo, lo amontonado de las abejas, la alegría de los rayos del sol, las lágrimas de las nubes, la volubilidad de los vientos, la timidez de la liebre, la vanidad del pavo real, la suavidad del pecho del loro, la dureza del diamante, la dulzura de la miel, la crueldad del tigre, el ardiente calor del fuego, la frialdad de la nieve, el graznido del cuervo, el arrullo del cuco, la hipocresía de la grulla y la fidelidad del perro; juntó todo esto y creó a la mujer y se la dio al hombre.
Pero una semana después, el hombre fue en su busca y le dijo:
‘Señor, esta criatura que tú me has dado me hace la vida desdichada. Habla incesantemente, me molesta más allá de mi paciencia, nunca me deja solo, siempre requiere atención, me ocupa todo el tiempo, llora por nada y siempre está ociosa. Por esto he venido a devolvértela, pues no puedo vivir con ella’.
Entonces Twashtri dijo:
‘Muy bien’ y se la llevó consigo.
Luego, a la semana siguiente, el hombre volvió otra vez y dijo:
‘Señor, encuentro que mi vida está muy sola desde que te devolví a esta criatura; recuerdo como solía bailar y cantar, mirarme con sus ojos, jugar conmigo, confiar en mi; su risa era música y era tan hermosa de mirar, tan suave de tocar… ¡Dámela otra vez, te lo ruego!’ y Twashtri respondió: ‘Muy bien’, y se la volvió a dar. Pero a los tres días justo, el hombre regresó y dijo: ‘Señor, yo no sé cómo es, pero después de todo he llegado a la conclusión de que me causa más problemas que satisfacciones.
Por favor, tómala de nuevo’, pero Twashtri contestó:
¡Fuera! ¡Vete! No quiero saber más de este asunto. Arréglatelas como puedas’. El hombre dijo entonces:
‘Es que no puedo vivir con ella’.
Y Twashtri replicó:
‘Tampoco puedes vivir sin ella’.
Y dando vuelta continuó sus trabajos. El hombre murmuró:
‘¿Qué haré, pues, si no puedo vivir con ella ni sin ella?’".
Extraido de : El eterno femenino y las siete edades de la mujer
tomó la redondez de la luna, la curva de los reptiles, el tintineo de los pendientes, el temblor del pasto, la delicadeza de la caña, la lozanía de las flores, la ligereza de las hojas, las formas del tronco del elefante, la mirada del ciervo, lo amontonado de las abejas, la alegría de los rayos del sol, las lágrimas de las nubes, la volubilidad de los vientos, la timidez de la liebre, la vanidad del pavo real, la suavidad del pecho del loro, la dureza del diamante, la dulzura de la miel, la crueldad del tigre, el ardiente calor del fuego, la frialdad de la nieve, el graznido del cuervo, el arrullo del cuco, la hipocresía de la grulla y la fidelidad del perro; juntó todo esto y creó a la mujer y se la dio al hombre.
Pero una semana después, el hombre fue en su busca y le dijo:
‘Señor, esta criatura que tú me has dado me hace la vida desdichada. Habla incesantemente, me molesta más allá de mi paciencia, nunca me deja solo, siempre requiere atención, me ocupa todo el tiempo, llora por nada y siempre está ociosa. Por esto he venido a devolvértela, pues no puedo vivir con ella’.
Entonces Twashtri dijo:
‘Muy bien’ y se la llevó consigo.
Luego, a la semana siguiente, el hombre volvió otra vez y dijo:
‘Señor, encuentro que mi vida está muy sola desde que te devolví a esta criatura; recuerdo como solía bailar y cantar, mirarme con sus ojos, jugar conmigo, confiar en mi; su risa era música y era tan hermosa de mirar, tan suave de tocar… ¡Dámela otra vez, te lo ruego!’ y Twashtri respondió: ‘Muy bien’, y se la volvió a dar. Pero a los tres días justo, el hombre regresó y dijo: ‘Señor, yo no sé cómo es, pero después de todo he llegado a la conclusión de que me causa más problemas que satisfacciones.
Por favor, tómala de nuevo’, pero Twashtri contestó:
¡Fuera! ¡Vete! No quiero saber más de este asunto. Arréglatelas como puedas’. El hombre dijo entonces:
‘Es que no puedo vivir con ella’.
Y Twashtri replicó:
‘Tampoco puedes vivir sin ella’.
Y dando vuelta continuó sus trabajos. El hombre murmuró:
‘¿Qué haré, pues, si no puedo vivir con ella ni sin ella?’".
Extraido de : El eterno femenino y las siete edades de la mujer
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