¿Qué sucede cuando amo a alguien y ese amor no es correspondido? ¿Qué hacer cuando nos vemos implicados en medio de una relación que nos daña más que ayudarnos a expandirnos?
La siguiente carta es un ejemplo de lo que sucede cuando una persona decide no abandonarse a sí misma por una relación (mal llamada amor) en la cual no es bienvenida ni tenida en cuenta.
No se trata de no amar al otro, sino del resultado de amarnos a nosotros mismos, lo que nos ayuda a no abandonarnos y a amar lo que es como es, sin intentar forzar las situaciones, ni a las personas, ni a nosotros mismos, para encajar.
Amado,
Te amo profundamente y puedo hacerlo porque me amo
profundamente a mí. Es por eso que he decidido no seguir comunicándome contigo,
porque la emoción que siento cada vez que te acercas interrumpe el libre fluir
en mi propia vida, puesto que no hay una creación conjunta, no hay un compartir.
Ceder por amor no es ceder la propia vida, no es en ningún
caso abandonarse por otro. Si yo no me abandono nadie lo hará.
Eres digno y soy digna de un amor completo, nada menos que
eso.
Nadie podrá impedir que suceda aquello que deba suceder.
Aunque uno se esconda o lo aparte. Es por eso que no hay que hacer nada para
que las cosas sucedan pero tampoco dejar de hacer por esperarlas.
Todo cuanto hemos venido a hacer aquí es a vibrar en amor,
vivirlo todo y disfrutar, jugar y ser felices.
Deberíamos reaprender la claridad de los niños, sinceros,
directos.
Principalmente ser claros con nosotros mismos, con lo que
sentimos y lo que queremos, para poder serlo con los demás.
No renuncio al amor que siento, sólo me aparto de las
situaciones que me llevan a abandonarme a mí misma, a olvidarme de mí.
Nuestro desafío más grande es aprender a soltar aquello más
amamos, más allá de los propios intereses. Comprender que tienen un camino y
una experiencia por hacer y que nuestra presencia y nuestro egoísmo, muchas
veces, les interrumpe su felicidad, su aprendizaje y, por lo tanto, el nuestro.
El desapego es permitir que cada uno viva su experiencia.
Procurar la felicidad del otro (aun cuando ello implique hacernos a un lado) es
procurar la propia felicidad. Nadie puede ser feliz estando donde no lo aman. Y,
si así sucede, será el reflejo de la falta de amor hacia sí mismo. Un círculo
vicioso y absurdo.
La claridad aporta luz.
La diferencia entre lealtad y obediencia es que la primera
mira hacia el espíritu y la otra hacia el ego. El espíritu entiende de
excelencias, no de perfecciones.
Ya no espero nada, todo lo entrego, lo suelto. Es decir que
lo espero todo pero no soy yo la que lo decido.
Lo que si deseo es que sepas respetar esta decisión.
Desde el amor que a ti me une…
En amor.
Cuando nos salimos con la nuestra, cuando le ganamos a otro, en realidad, no ganamos nada, sino
que perdemos la posibilidad de enriquecernos, de expandir nuestro conocimiento
y que el otro, a su vez, expanda el suyo, de trabajar y cooperar conjuntamente
por un objetivo común que nos beneficiaría a todos y no sólo a uno. De hecho si
es sólo uno quién se beneficia, no se beneficia nadie, ni siquiera ese uno, que
se queda aislado con su ilusión de "ganancia".
Darte la oportunidad de enamorarte de ti, no es un gesto de
autocomplacencia egótica, ni es para distinguirte, si no para comprender mejor al
otro ser humano con el que convives y compartes, para desarrollar la empatía,
para compartir el amor que en realidad ya eres sin necesidad de poseer a nada
ni a nadie, para derramar sobre el mundo los dones particulares que has venido
a ofrecerle y con ello a ofrecerte a ti mismo a través de los demás.
Hoy te amo y te libero, hoy me amo y me libero.
Gabriela Collado
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