Gabriela Collado

Terapeuta Holística. Maestra Espiritual. Coach en Relaciones. Terapia PNL. Transgeneracional. Biodescodificación. Risoterapia. Reiki Master. Terapia Metamórfica. Registros Akashicos. Tarot Evolutivo. Canalizaciones. Terapias y Talleres Vivenciales (Presenciales y On Line). Conferencista. Seminarios Motivacionales.

lunes, 22 de enero de 2018

Siempre tienes otra oportunidad



Se nos olvida a menudo nuestra humanidad y vivimos aplastados por nuestras propias exigencias.
¿Por qué llamar error a una experiencia del camino que debía ser vivida? ¿Por qué todo debería ser sí o no, blanco o negro?
No debes castigarte por tu espontaneidad. Las autoexigencias nos impiden ser espontáneos. Dejamos de bailar con lo mejor de nosotros mismos cuando queremos calcularlo todo.
Vamos conociendo a las personas a través de nuestro intercambio personal con ellas y, al mismo tiempo, vamos conociéndonos a nosotros mismos. Si el otro, en algún momento, “te hace daño”, no puedes culparte a ti mismo por haber confiado. El error no está en confiar, ni en quien confía. ¡No hay error! Hay un conocimiento de cómo es el otro, de lo que me muestra y lo que importa es mi capacidad de cambio ante el “aparente cambio” del otro.
Me quedo un tiempo enfadado con la situación porque “debería” haber sido de otro modo. ¿Por qué? La situación forma parte del descubrir al otro como es o como elige mostrarse entre mí y de descubrirme a mí ante el espejo de ese otro. Fíjate que has aprendido de ti ante esa circunstancia y sigue adelante (con o sin el otro). Si aún hay algo que salvar de vuestro intercambio (o relación), pues quédate con aquello que puede rescatarse. Todos merecemos segundas oportunidades. Todos tenemos un momento de ceguera o un mal día. Siempre y cuando eso no te haga daño o te impida ser tú. Inclusive tú contigo mismo, frente a tí mismo, mereces otra oportunidad. ¡Tú debes darte las todas! Quizás esa relación con esa otra persona cambie, quizás se transforme en otra cosa o, incluso, se vuelva más profunda gracias a lo vivido o, simplemente, deba llegar hasta ahí y cada uno seguir su camino, pero con la gratitud por lo compartido y aprendido. Siempre el otro me da algo, a veces ese algo es la oportunidad de dar, de darme.
Cuando alguien hace o dice algo que no nos gusta “le hacemos la cruz”, queremos tacharlo de nuestra vida. Ahí es en donde nos volvemos rígidos. No es al otro al que no perdonamos, es a nosotros mismos por “equivocarnos” en nuestra mirada. De verdad te digo que no hay error, que, incluso, eso es el amor actuando y enseñándote algo que tú debías ver. A veces un sólo hecho o palabra que tú consideras “negativo” está nublándote la visión de todo lo “positivo” que te ha dado ese encuentro. Porque, cuando alguien hace o dice algo que no nos gusta, nos olvidamos de cuántas cosas buenas había hecho antes por nosotros. Así, del mismo modo, actuamos con nosotros mismos y nos volvemos rígidos y dejamos de ser espontáneos.
Está bien saber cuando algo ha de terminarse, cuando poner un limite, cuando la responsabilidad de lo sucedido ha sido mía y cuando del otro. Simplemente obedece a tu corazón, no a tu cabeza, orgullo o vergüenza. Date otra oportunidad de verte con ojos más compasivos, de ver al otro con más compasión. Nada es tan trágico como para emitir una sentencia tan dura, ni tan insignificante como para pasar desapercibido si se barre bajo la alfombra.
Halla tu propio equilibrio y aprende a bailar con gracia, pero por favor, ¡no dejes de bailar!

Gabriela Collado

No hay comentarios: