- Se acabó- dice Sam.
- ¿Se acabó?- le pregunta Frodo, sorprendido.
- Si doy un paso mas, será lo mas lejos
que he estado de mi hogar en mi vida- le contesta Sam, mientras observa
el terreno de tierra que se abre delante de sus pies.
Frodo se acerca a su amigo y tomando su mano le dice:
- ¡Vamos Sam!- acompañándole en esos
primeros pasos, – recuerda lo que Bilbo solía decir… es peligroso Frodo
cruzar tu puerta, pones tu pie en el camino y sino cuidas de tus pasos
nunca sabes adonde te pueden llevar.
Fragmento de la Comunidad del Anillo, de Tolkien
En el camino interior, el camino hacia el descubrimiento de uno mismo, de quién se es en realidad, más allá de las programaciones culturales y las máscaras que usamos para movernos en el mundo, tal vez, ese primer paso sea el más doloroso o el más difícil de dar, precisamente porque no sabemos con qué nos vamos a econtrar pero sí sabemos que, en ese mirarnos tan adentro, encontraremos, sin duda, cosas que no nos gusten de nosotros mismos.
Ese primer paso es un desafío a nuestro ego, esa máscara que nos montamos durante tanto tiempo, que nos dice que no tenemos nada que buscar ahí dentro, que nuestros problemas están fuera, en el otro, en los demás, porque en el fondo él sabe y teme que descubramos el daño que ha estado haciéndonos, el daño que hemos estado haciéndonos a nosotros mismos.
Romper ese cascarón que nos devuelva a la luz de nuestra esencia duele porque desequilibra estructuras, porque deja a la vista dolores que hemos tapado pero que siguen ahí, aunque querramos mirar para otro lado, porque rompe con parámetros que creiamos nuestros pero que nos han sido impuestos desde pequeños. Sí, es un trabajo doloroso pero necesario, porque si no, el que está actuando en el mundo es el ego, la máscara, no nosotros. Y, cuando el que actúa es el ego, las respuestas que recibimos son desde ése lugar.
Cuando actuamos desde el ego, actuamos para ser aceptados, para ser queridos, para obtener algo. Cuando actuamos desde el ser, no hay condición, somos, simplemente, no hacemos para.
El miedo a ser nace del miedo a no pertenecer. Si descubrimos cómo somos, lo que queremos y deseamos en realidad, lo que nos hace felices, es probable que muchas personas dejen de querernos, de estar a nuestro lado, de aceptarnos.
Sí, es muy probable, porque esas personas están esperando que cumplamos con sus expectativas, que les llenemos su propio vacío por no atreverse, ellos mismos, a dar ese paso hacia dentro y ver quiénes son.
Quienes esperan de nosotros sin tener en cuenta nuestra esencia, no nos están teniendo en cuenta a nosotros, sólo esperan un intercambio que los satisfaga, y no creo que sea ése el amor que deseamos, no creo que sea ése el pertenecer que nos hace felices.
Quienes nos aceptan como somos, sin juicios, sin señalarnos con el dedo, sin esperar que seamos, digamos o hagamos depterminadas cosas, son quienes estarán dispuestos a compartir nuestra felicidad con la suya propia.
Dar ese primer gran paso en el que empezamos a ver, a vernos, puede dar mucho miedo, pero una vez lo hayamos dado, veremos con claridad que más miedo tiene que darnos no haber movido un pie jamás.
“El hombre no puede descubrir nuevos océanos antes de tener la valentía de perder de vista la orilla” Luciano Pavarotti
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