Louis Jean Francois - Eros And Psyche |
Estando allí Psique, harta de soledad, esperando la ejecución del oráculo, llegó Eros, el dios del amor (de la atracción sexual y del sexo), con sus flechas doradas a cumplir el pedido de su celosa madre de matar a la bella joven. Pero Eros, al verse deslumbrado por la hermosura de la joven, tropezó y se pinchó con una de sus propias flechas, quedando así enamorado de Psique. Entonces comenzó a soplar el viento Céfiro, que siempre arrastraba buenos augurios, y tras celebrarse una boda especial, por orden de Eros, envolvió con suavidad a la joven en su bruma y la transportó al magnífico palacio del más grande de los amadores.
Eros se acercaba a su amada solo por las noches, y en una especie de ensoñación sentían la ternura y el amor sagrado e infinito. Así en ese estado Eros, que era inmortal, le hace prometer a la mortal Psique que jamás intentaría ver su rostro, ya que si eso ocurría la desdicha los alcanzaría. Cada mañana Eros besaba a su amada y la abandonaba, para volver cada noche a su lado.
Un día Psique decidió ir a ver a sus padres y hermanas, quienes al verla tan llena de vida se alegraron, pero sus hermanas luego de haber escuchado sus relatos del maravilloso amor que estaba viviendo, tal vez por envidia, instaron a la joven a urdir un plan para que viera el rostro del joven esposo, sembrando en ella la duda, de que tal vez éste fuera un horrible monstruo y por eso no se dejaba ver. Para tal fin la proveyeron de una lámpara de aceite.
Volvió Psique al palacio en busca de su amor y cuando Helios (sol) llegó a su ocaso, los esposos, tras haber pasado los momentos de fogosidad amorosa se dejaron llevar por el sueño. Pero Psique que en realidad fingía descansar, al ver a su esposo dormido, encendió la lámpara y vio entre nerviosa y aturdida en el efebo, el cuerpo y el rostro más hermoso que jamás pudiera imaginar, haciendo caer en su sorpresiva visión una gota del aceite sobre Eros, quien despertó al instante y huyó.
Desde ése momento Psique no volvió a conocer momentos de felicidad, había encontrado el amor, pero éste se había convertido en el monstruo que había predicho el oráculo, ya que la condenaba a vivir sin la dulzura del amor sagrado y de su compañía.
Tras estos desgraciados sucesos, Psique abandonó el palacio y se vio sola y vagando sin que nadie la ayudara, entonces Afrodita, la obligó en su necesidad, a realizar tareas desagradables y duras para que su hermosura se ajara. La última tarea penosa que le encomendó, fue la de bajar al mundo subterráneo del reino de Hades, la sombría y neblinosa morada de los muertos, para traer un frasco de belleza de Perséfone, haciéndole la recomendación de que no debía abrir por ningún motivo el frasco que lo contenía.
Cuando Psique, tras andar y desandar el camino tortuoso, en medio de su vuelta no pudo resistir la tentación y abrió el frasco, al instante se esparció un perfume que adormecía a cualquier criatura viviente. La propia Psique sufrió los nefastos efectos y mientras quedaba sumida en un profundo sueño del que jamás despertaría, apareció Eros que, como seguía enamorado con un amor profundo, acudió en su ayuda y pinchándola con una de sus flechas doradas logró despertarla. Así Psique, aunque mortal, y obteniendo los favores de Zeus, quien le otorgó la inmortalidad de los dioses, gozó nuevamente del su amor del alma Eros.
Este mito nos ayuda a interpretar, con su historia de amor arquetípica, el proceso de la maduración de los sentimientos y la capacidad para relacionarnos con otra persona.
En el origen del amor aparece el capricho de Afrodita, ya que sin su intervención Eros y Psique jamás se hubieran encontrado, y emerge con éste encuentro primitivo pero vital, el recorrido del camino del amor.
El encuentro deviene en una relación de atracción sensual y espiritual, algo surge desde dentro, de cada uno, una potencialidad que se pone en marcha en una relación.
La celebración del encuentro, lleno de promesas, en un nivel más profundo de la experiencia, trata de disfrutar del amor mientras se pueda, sabiendo que muchas cosas pueden ocurrir, felices y penosas, en el recorrido del camino del amor. Y en ese intento de permanecer sólo en el disfrute, Eros prefiere ocultar su verdadero rostro, aparecer cada noche para volver a marcharse justo cuando Psiche podría descubrir cómo es en verdad.
Entonces aparece el desconcierto y la duda, representado en el relato mítico por las hermanas. Cada uno de nosotros tiene "esas hermanas" dentro, que nos llevan a las sospechas bajas y mezquinas respecto del otro, en donde los fantasmas de posibles heridas se hacen presentes.
El conflicto es pues inevitable y representa el tiempo de prueba de la relación. La traición de Psiche a Eros puede ser penosa pero necesaria puesto que rompe la magia del enamoramiento ciego. A veces traicionar puede significar ser uno mismo. Es el deseo de conocer al compañero. Es la traición a la exigencia o la expectativa irracional de otra persona, un aspecto difícil pero frecuente en la profundización de una relación. El enamorado (Eros) se esconde: “no intentes conocerme, sigue enamorada de la imagen que tienes de mí” y Psiche lo traiciona en su deseo de conocer la verdad.
Pero no todo está perdido, porque el Amor siempre intentará reparar y reconstruir.
Luego llega la soledad, el desconcierto, la nostalgia del amor. El retiro al Hades, a la oscuridad del subconsciente, al enfrentamiento con uno mismo frente al sentimiento. La revisión de lo hecho y de lo vivido como experiencia, y el recorrido de las duras pruebas de ese amor, que necesita tiempo y esfuerzo, que muchas veces se expone a la humillación y al sufrimiento, pero con el compromiso firme del amor hallado y el intento de recuperar el amor perdido, sabiendo que solo el destino y no la terquedad une a las almas.
Entonces Eros vuelve a rescatar Psiche, ha sido humanizado por el amor de Psiche y ya no necesita ocultar el rostro y, a diferencia del amor inicial, este reencuentro de amor fue ganado, no con la fuerza, la voluntad o la manipulación emocional, sino con la fidelidad al sentimiento y con el compromiso del amor sagrado que no abarca solamente una dimensión personal y sensual, sino también una dimensión espiritual lo que lo sublima a la conexión con lo Divino.
Se ha dicho alguna vez que amar a otra persona abre el corazón a la vida misma. El amor cuando ha pasado muchas pruebas y ha sido edificado sobre la honradez y la humildad, nos unirá al amor verdadero y nos conectará con nuestras propias almas y con un sentimiento de permanencia, significado y rectitud de la vida. No todas las relaciones pueden alcanzarla y ninguna relación puede alcanzarla continuamente. Parece, no obstante, que los humanos seguimos intentándolo.
Bibliografía:
Enciclopedia de Mitología Universal - Ed. Nueva Lente - Madrid 19
El Tarot Mítico -Juliet Sharman-Burke y Liz Greene-Ed. EDAF- Madrid 2005
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