Gabriela Collado

Terapeuta Holística. Maestra Espiritual. Coach en Relaciones. Terapia PNL. Transgeneracional. Biodescodificación. Risoterapia. Reiki Master. Terapia Metamórfica. Registros Akashicos. Tarot Evolutivo. Canalizaciones. Terapias y Talleres Vivenciales (Presenciales y On Line). Conferencista. Seminarios Motivacionales.

lunes, 3 de julio de 2017

¿Un cuerpo iluminado?

 
 
Muchas veces cuando hablamos de conciencia o meditación tenemos la idea de algo “espiritualoide” que nos eleva por encima de nuestro cuerpo y, en el peor de los casos, por encima de los demás.
Creemos que la conciencia o iluminación es algo que sucede allá arriba separado de nostros y tendemos a ignorar o rechazar a nuestro cuerpo o al ego que lo representa. Quizá por términos como el de ascención es que nos hemos imaginado que alcanzar la iluminación era algo como esas imágenes de Jesús o la virgen María elevándose hacia los cielos. En realidad la ascención sucede con el cuerpo y no es que nos elevamos de la Tierra sino que nos elevamos con la Tierra. Lo que se eleva es nuestra vibración energética y nuestro cuerpo es energía y, así, se expande nuestra conciencia (todas ellas). Es en verdad un proceso, más que de subir, quizás de bajar lo espirtual al cuerpo, en lugar de mantenerlo separado como algo sagrado que no podemos mezclar. Otro modo correcto de decirlo sería el de despertar a la divinidad que anida dentro de nuestro cuerpo.
Quiero aclarar que con el término “espiritualoide” me refiero a algo que pretende ser espiritual pero que es sólo una fachada construida por la mente y su idea de cómo debería ser o aparentar estar iluminado.
He conocido a algunas personas que aún creen que meditar es sentarse a pensar y otros muchos que han entendido bien la teoría de la ascensión pero se les ha quedado en algo meramente mental. Entender no es comprender y comprender implica atender a todos nuestros sentidos y cuerpos.
Seguramente por eso a mucha gente le cuesta comprender el concepto de que Dios está dentro de sí mismos. Imaginan a un Dios tan puro y sagrado que no puede mezclarse con lo denso y bajo de un cuerpo lleno de necesidades.
Yo misma tuve que aprender a estar en mi cuerpo (y me llevó mi tiempo debo admitir). Primero daba demasiada importancia a lo mental, luego a lo emocional y finalmente le llegó el turno al cuerpo a fuerza de llamadas de atención sintomáticas no sólo en mi cuerpo físico sino también en la representación de todo lo que refleja la necesidad de estar anclado a tierra y conocer el movimiento de las energías materiales como, por ejemplo, el dinero. Sin embargo ha sido un proceso que permití que fuera de modo natural, no forzándome a escuchar a una u otra cosa.
Lo que en verdad sucede es que estamos tan inmersos en nuestra mente que hemos desconectado de nuestro cuerpo y, por eso, éste no tiene más remedio que manifestarse a través de síntomas y enfermedades.
Así es que los términos conciencia, meditación e iluminación incluyen a nuestro cuerpo. Meditar es bajar al cuerpo, conectar con su centro, es tomar conciencia de mi Yo Soy completo. Se trata de alcanzar una coherencia y una unidad de todos nuestros cuerpos y/o conciencias. Mi conciencia del Ser puede tener muy clara una experiencia por la que estoy atravesando y saber que tengo la fuerza para atravesarla, pero mi conciencia humana, al ser más densa y estar inmersa en un mundo físico y condicionado, necesita otro tiempo para procesarla. De mi depende que aprenda a escuchar todos mis cuerpos y mantenga el equilibrio, sin rechazar a ninguno. Todas son herramientas que constituyen un todo. Imagina cómo sería usar el martillo para todo.

Gabriela Collado

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