Estás ahí sentado, llenándote de queja, pidiéndole a tu Dios que te envíe más de aquello que repites tanto, para que puedas seguir identificándote con eso. No oyes la voz que clama por tu reino. Hasta donde seas capaz de ver, será tu reino.
¿Qué sucedería si, en medio de esa angustia, en medio de toda esa rabia, te pones de pie y proclamas “YO SOY FUERTE”, quizás te preguntarías ¿qué hago aquí llorando?, aquello por lo que lloro ya ha pasado, ya no está aquí, o más aún, todavía no ha sucedido, por lo tanto no está aquí.
“YO SOY FUERTE”, repítelo para ti, en voz alta, en tu mente, alzando la barbilla y la mirada y con una ligera sonrisa en tus labios.
“YO SOY FUERTE”.
Una cosa es estar triste o enfadado y otra es mudarse vivir allí y entonces, ese será tu reino, todo cuánto alcanzas a ver.
Puedes sonreír, a pesar de ti mismo, a pesar de tu creencia de que debes estar triste 0 disgustado. A veces no es más que eso, una creencia. Si alguien muere, debo llorar; si alguien me insulta, debo enfadarme. Puedes llorar o enfadarte, no es ese el punto, si no si es lo que realmente tú sientes o es lo que crees que debes sentir. En cualquiera de los casos: “YO SOY FUERTE”, “YO PUEDO”.
Genesis 13:15 “Pues toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia para siempre”.
Lo que ves es tuyo, porque es lo que eres dentro de ti y, no es tanto lo que ves, sino cómo has decidido verlo y eso es lo que enseñarás y transmitirás a tu descendencia, y eso es lo que heredaste de los tuyos.
Existe una diferencia entre reclamar y proclamar. Salte del reclamo y proclama: “YO SOY FUERTE”, “YO SOY EL QUE VE MAS ALLA DE LO QUE EN APARIENCIA CREE”, “YO SOY EL CREADOR DE MI PROPIA REALIDAD, A CADA INSTANTE Y DESDE AHORA Y PARA SIEMPRE”.
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