Si, en nuestro hacer, caminar, pensar, vamos tramando creaciones (a medida que caminas creas el telar de luz), para que esas creaciones puedan luego limpiarse, desaparecer, borrarse o equilibrarse debe hacerse con luz (amor).
Para que algo se forme necesita de ambos polos, negativo y positivo; primero se forma el negativo, como vacío u obscuridad y luego el positivo, como forma o luz. Si hoy amas y predicas luz es porque antes has estado en el polo opuesto (independientemente de la encarnación que sea). No pueden existir el uno sin el otro en la forma, sólo la no-forma puede presentarse como uno solo, puede presentarse como luz que incluye, disipa o anula la obscuridad. Tanto en matemáticas como en contabilidad nos enseñaron que para llegar al cero, que es el equilibrio, todas las operaciones anteriores deben anularse unas con otras, es decir que para un negativo debe haber un positivo de igual valor para que pueda quedar en cero, en paz.
Somos un campo binario de formas, somos números, matemática pura, geometría sagrada. Para saldar nuestras cuentas nos toca poner un positivo en donde habíamos puesto un negativo (una mala acción, un mal pensamiento, ignorancia), aunque no lo recordemos; para hacer el bien o actuar correcta o coherentemente no necesitamos recordar el error que hemos hecho. Deja que el ego sea sólo lo que es, una herramienta para este propósito y no un ente con poder de decisión; las decisiones del ego proceden del polo negativo porque lo único que conoce es la materia, en cambio, el espíritu recuerda el origen que es positivo, la luz.
Donde queda aún un mal pensamiento, desequilibrado, pon uno bueno, equilibrado, coherente, amoroso en su lugar y entonces quedarás en paz y habrás saldado y cerrado esa cuenta.
Dice el refrán “Quién a hierro mata a hierro muere” significando que uno recibe o experimenta el mismo daño que hizo a otro.
“Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán.” Mateo 26. 52
Por eso el karma se salda, no desde la reacción, sino desde la compasión.
A una creencia negativa, que nos daña o nos mal guía, corresponde poner una nueva creencia positiva, un nuevo pensamiento que salde o anule el anterior; no puede quedar vacío porque el espacio creado no desaparece.
Y seguramente ese sea lo que quiso decir Francisco de Asís en su oración:
“¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.
Porque dando es como se recibe;
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la vida eterna.”
Gracias a aquellos que me dan la oportunidad de saldar mis cuentas y quedar en la paz de mi corazón.
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