Si no vives no aprendes, por mucho que estudies. Si no te
arriesgas no conocerás tus ilimitadas capacidades. El conocimiento tiene que
servir como base a la sabiduría y la sabiduría no es más que el conocimiento
aplicado a la vida.
Lo mismo sucede con la espiritualidad. Es inútil fantasear
con luces de colores, ángeles, santos o maestros ascendidos si luego no lo
aplicas a tus relaciones.
Los mejores maestros son aquellos con quienes nos
encontramos a diario. Tus mejores maestros no están en el más allá, están mucho
más acá de lo que crees, están en tu espejo. ¿No es ese acaso el mejor retrato
que puedes crear?
A veces utilizamos el conocimiento como una vía de escape,
un lugar en el que escondernos de la realidad que no nos satisface. Nos
encerramos en él en lugar de salir con él.
El ego nos impide abrirnos, salirnos de ese yo que tantas
veces se convierte en nuestra propia cárcel. El ego también es una herramienta,
una más, para jugar a este juego de vivir y expandirse. Él quiere hacerte creer
que no puedes salir allí a fuera y jugar y ser feliz, y sentirte en paz y
seguro de ti mismo hasta que no "arregles" lo que tienes mal, hasta
que no te sanes o, lo que es peor, que no serás feliz hasta que los demás no se
"arreglen" o cambien.
Deja de intentar arreglar nada y siéntete en paz contigo ya,
ahora, aquí mismo, así mismo.
La sabiduría te la da la aceptación de la vida tal y como
es, la observación de este juego grandioso.
No estoy hablándote de conformismo, estoy hablando de poner
amor en donde crees que falta, en lugar de poner juicio. Y eso vale tanto para
ti mismo como para aquello que ves, porque ¿sabes qué? no hay diferencia entre
una cosa y la otra.
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